lunes, septiembre 11, 2006

Todo lo sólido se desvanece en el aire

Del nuevo disco de Gabo Ferro (que aunque no escuché entero, conociendo su música, igual recomiendo), dejo esta canción, dedicada a alguien, no importa mucho a quién:


Árbol de naranjas

Árbol de naranjas
No ha venido
Dame una fruta dulce
bien dulce para el olvido

Árbol de naranjas
Perfuma el camino
Marcale una estela dulce
parece que se ha perdido

Cae una naranja
Caen dos
Caen todas las naranjas
salvo el sol
Que fue naranja tuya que subió
Que caliente sus pies;
perfume su corazón

Árbol de naranjas
No ha venido hoy
Dame una fruta dulce
bien dulce para el olvido

Cae una fruta
Caen dos
Caen todas las naranjas
salvo el sol
Que fue naranja tuya que subió
Que caliente sus pies
Perfume su corazón
Le endulce la partida
Le ilumine mi amor.

viernes, septiembre 08, 2006

Trazos

Miró los trazos de su lápiz en los apuntes –¿Puedo escribirlos con lápiz?
Ahora recuerda, ella se sentaba en su escritorio y leía los apuntes… mientras leía garabateaba en los márgenes de la fotocopia… mientras garabateaba sostenía el cigarrillo en su mano derecha. Acercaba el cigarrillo a los labios y apoyaba la colilla en el costado izquierdo de su boca y levantaba la cabeza y cerraba un poco los ojos, para evitar que el humo entrara.
Recuerda que cuando estaban en su casa ella hacía mate y dejaba la pava sobre la alfombra, el mate en el escritorio, a un costado de los papeles desparramados, del otro lado el cenicero desbordando de colillas amarillentas de nicotina.
Mira los trazos de su lápiz mecánico (se nota en el trazo, 0.5, una mina muy fina) en los apuntes. Ella siempre escribía los márgenes de los apuntes
–Después no tengo tiempo de volver a leerlos, ayuda memoria.
Entonces recuerda, ella siempre se atrasaba y se enloquecía los últimos días…no podía evitar la neurosis pre-parcial.
Y tomaba litros de café. Si uno se la cruzaba en los pasillos, siempre tenía un vasito de plástico en la mano. Si no llevaba muchas cosas, en la mano libre seguramente había un cigarrillo. El café era cortado, casi seguro. O quizá café con leche. Y grandes cantidades de azúcar, en el cortado o en el café con leche.
Cuando tomaba mate, sin embargo, era amargo. Y nunca comía galletitas.
Miró los trazos de su lápiz mecánico, las letras alargadas, en sus viejos apuntes.
Ahora ella ya no iba a pedirle más apuntes. Ella compraba sus propios apuntes ahora. Y él compraba los suyos.
Miró por última vez los trazos de su lápiz en sus apuntes. Guardó los apuntes garabateados en los márgenes. Los guardó en el segundo cajón del escritorio. Su escritorio ordenado, con el cenicero vacío y limpio