Revisando entre mis archivos, encontré algunas de mis producciones literarias de cuando tenía unos 22 o 23 años. Entre ellas, el siguiente relato breve, que como me pareció "no tan malo" (como dice un conocido mío), decidí compartir.
AYER
El movimiento a su lado le devolvió imágenes de la noche anterior.
Esa no era su cama y tampoco era esa su habitación.
Se incorporó de golpe y quedó sentada en esa cama que no era la suya. El mareo sacudió su cabeza. Una nueva imagen la hizo estremecer y una marea de desasosiego recorrió su cuerpo. Intentó armar una unidad con las imágenes que iban apareciendo. Las imágenes estaban recortadas y parecían no alcanzar para reconstruir los hechos de la noche anterior. Pero, a decir verdad, no hacía falta una reconstrucción. Las pocas piezas del rompecabezas eran suficientes para llegar a una conclusión.
Nuevas imágenes le devolvían la visión de dos personas moviéndose con desesperación: manotazos y empujones torpes. Y sin embargo, al mismo tiempo, cada movimiento parecía milimétricamente calculado.
Poco a poco las piezas que completaban el rompecabezas iban reapareciendo, desordenadas.Entonces se sucedieron las imágenes del final. El cambio de escenario. Ya no era el pasillo, era el lugar en el que estaba ahora. La habitación que no era la suya.
Estaba amaneciendo, pero el cuarto permanecía en penumbras. Tanteó en la mesa de luz un paquete de cigarrillos, en donde todavía quedaban dos cigarrillos y estaba el encendedor. Se levantó sin tener cuidado de no despertar a la persona que estaba a su lado y caminó a la ventana. Encendió el cigarrillo y se quedó observando los hilos de humo que salían de él.